Como un torniquete ha sido todo esto. Que por curar una herida, por intentar que deje de sangrar, he presionado más de la cuenta.
Aún así, la herida no deja de sangrar, no para, no cesa… Siento cómo me muero por dentro cada día, cada noche.
Hace más de una semana que estoy ingresada. Los médicos dicen que mejoro por momentos, pero hay noches que convulsiono y parece que no hay vuelta atrás. Sí, me estoy muriendo.
Hace dos noches, el jefe del hospital vino de madrugada y habló conmigo. Me dijo que mi enfermedad no tiene cura, pero que existen diferentes tratamientos para aliviarla. A la noche siguiente, me dijo que no pueden aplicarme ninguno de ellos.
Sí, me siento morir. Siento cómo mi corazón va poquito a poco dejando de latir. El jefe del hospital me ha dicho que ya no hay nada que hacer, que la vida es así.
Y yo me empeño en pensar que mientras mi corazón lata, siempre guardaré en él una micra de esperanza.
Sí, me estoy muriendo sin ti.